Después de una larga tarde en la playa este verano nos disponemos a subir a la casita y de repente descubrimos que hay cientos o miles de libélulas muriéndose en la arena de la orilla. Oliver y Simón empiezan a recoger todas las que les caben en las manos. Yo, un poco impaciente por irnos, les digo que lo dejen ya – que hay tantas que no pueden salvar a todas – que da igual – no importa… Oliver me enseña una libélula y dice: «Para ella sí que es importante!»
Increíble, me dejas con la boca abierta, que cielo Oliver, dale un beso de mi parte.
Supongo que esa sensibilidad y caridad no se enseña, es innato en él.
Increíble éstos niños de ahora que vienen con lecciones aprendidas….son nuestros maestros.