Muchas personas, cuando ven mis miniaturas de acuarela, me preguntan; ¿porqué tan pequeño?
Siempre he prestado especial atención a los pequeños detalles; una sonrisa, una piedra, una brisa, una sombra, una concha, una palabra, un rayo de luz,.. pero la idea de pintar miniaturas surgió de la siguiente manera:
Llevaba varios años sin coger un pincel – había cambiado de país, había tenido a mis dos hijos y montado mi taller de joyería,.. Todo en mi vida iba muy bien pero por alguna razón me encontraba «bajo». Tenía la sensación de que la vida me «llevaba por delante”. Me costaba disfrutar del día a día y más vivir cada momento. Me costaba sonreír.
Un fin de semana iba a Estocolmo a visitar a mi hermana pequeña que acababa de mudarse a un nuevo piso y quería regalarle algo especial y se me ocurrió que podía pintar algo. Se lo comenté a mi madre y me dijo: “¡Que sea algo pequeño porque su piso es diminuto!”.
Hice una acuarela muy pequeña y la experiencia me llenó – de pronto volví a sentir esa energía especial – así que cuando regresé de ese viaje dejé un espacio fijo para las acuarelas en mi escritorio y me prometí a mí misma de intentar encontrar un ratito diario para plasmar una pequeña imagen en el papel; una imagen que dé armonía a mí cuando la pinto y a la persona que la mira.

